Poco a poco el Horno se va terminando, ya casi está. Del mismo modo las casas se abren y ya somos unos cuantos más. Todos los apartamentos de turismo rural están ocupados al menos hasta septiembre. Esperamos ver, muy pronto, la televisión en condiciones. Es decir, las cosas llevan su curso habitual por lo que sólo son relativamente noticia. Sin embargo, que no tengamos que preocuparnos del agua este verano, tal como estaban las cosas hace mes y medio, es una estupenda novedad. Que durante los quince primeros días de junio no sólo el río, sino el Barranco del Gabardal, el Cepero, las rocas, han sentido como el agua se deslizaba con fuerza. El sonido insistente de la lluvia y el fragor del agua que llegaba de todos los rincones del término, los árboles limpios y brillantes con el sol, la hierba cubriendo la tierra que hasta hace pocos días presentaba un color amarronado y un aspecto seco, nos han dejado imágenes como la fuente con el agua que sobra en el depósito y que procede de la Virgen de Oto, el camino que lleva a Collalpino convertido en cascada, la subida al Molino en un paseo en el que, junto a los sonidos habituales, podíamos escuchar el agua corriendo por entre las rocas del Estrecho y caer en la balsa, con el aliviadero soltando un buen caudal de agua. En estos días de campos encharcados y del croar insistente de las ranas, ha sido el momento de salir del pueblo para oler el aire limpio y fragante y perderse por los yermos buscando carretillas y setas de cardo o, más cerca, setas de chopo junto a la ribera del Cabra. Hasta algún rebollón se ha visto, aunque muy en solitario. La cosecha de cereal no ha podido aprovecharse de esta lluvia, era ya muy tarde, pero al menos los ganados tendrán abundante hierba que comer durante el verano y los jóvenes podrán ducharse alegremente tras el Pregón de fiestas.
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miércoles, 9 de julio de 2008
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