El suave otoño ha traído un poco de agua, no mucha. Con ella han llegado los primeros hongos y setas, aunque no será este año de los abundantes en estos frutos de temporada a los que tan aficionados somos.
Torre de las Arcas es un territorio apropiado para adentrarse en sus pinares y yermos en busca de carretillas, setas de cardo y de chopo, champiñones o rebollones. A ello se dedica un buen número de gentes de los alrededores y de más lejos con mayor o menor fortuna. Como muestra, ya desde el día siguiente a las escasas primeras lluvias se veían coches en las entradas al pinar y en alguno de los campos famosos por sus setas. ¡Qué impaciencia!
Como siempre, aquí acotamos setas y rebollones. Nos parece una forma de evitar que algunas zonas de nuestro término se deterioren en exceso por el gran número de buscadores. También es una pequeña ayuda para nuestras arcas municipales, siempre tan necesitadas. Las personas que venden las entradas son voluntarias, así que pedimos respeto para ellos, pero también para el monte. Si tenemos cuidado y vamos con cesta y navaja, al año que viene volverán a salir. Con bolsa de plástico y rastrillo es mucho más difícil.
De todas formas, lo bueno es salir de casa y recorrer el monte escudriñando cada rincón, saborear las primeras horas de la mañana, cuando la niebla se levanta y después el sol, que hace quitarse la ropa de abrigo. Almorzar sentado en una piedra mirando el horizonte es, casi seguro, uno de los mayores placeres que acompañan a quien sale a la búsqueda (no se olviden de recoger los papeles y latas, ya no pesan) y, cuando la mañana está a punto de terminar, es el momento de volver, si se puede con la cesta llena, pero que no importe que esté vacía.
Torre de las Arcas es un territorio apropiado para adentrarse en sus pinares y yermos en busca de carretillas, setas de cardo y de chopo, champiñones o rebollones. A ello se dedica un buen número de gentes de los alrededores y de más lejos con mayor o menor fortuna. Como muestra, ya desde el día siguiente a las escasas primeras lluvias se veían coches en las entradas al pinar y en alguno de los campos famosos por sus setas. ¡Qué impaciencia!
Como siempre, aquí acotamos setas y rebollones. Nos parece una forma de evitar que algunas zonas de nuestro término se deterioren en exceso por el gran número de buscadores. También es una pequeña ayuda para nuestras arcas municipales, siempre tan necesitadas. Las personas que venden las entradas son voluntarias, así que pedimos respeto para ellos, pero también para el monte. Si tenemos cuidado y vamos con cesta y navaja, al año que viene volverán a salir. Con bolsa de plástico y rastrillo es mucho más difícil.
De todas formas, lo bueno es salir de casa y recorrer el monte escudriñando cada rincón, saborear las primeras horas de la mañana, cuando la niebla se levanta y después el sol, que hace quitarse la ropa de abrigo. Almorzar sentado en una piedra mirando el horizonte es, casi seguro, uno de los mayores placeres que acompañan a quien sale a la búsqueda (no se olviden de recoger los papeles y latas, ya no pesan) y, cuando la mañana está a punto de terminar, es el momento de volver, si se puede con la cesta llena, pero que no importe que esté vacía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario