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Siempre me ha resultado incómoda la última tarde del año. Suele ser una tarde gris, apagada, silenciosa. En realidad, debería ser como una tarde más. Pero no es así. Las horas se deslizan lánguidas y parece que nos dicen un adiós definitivo. Son los últimos minutos de un año que tiene poco que recordar y mucho que olvidar. Y nuestra memoria, como es tan selectiva, se quedará con lo positivo. Aunque no me gusta hacer balances, no deja de ser una tarde de reflexión, de ojeada rápida hacia el pasado y de mirada sostenida en el horizonte del futuro. Es una tarde de interrogantes, de promesas y, por qué no, de expresiones de gratitud. Una tarde que quiero compartir con tantos amigos virtuales a través de estas más de mil páginas. Escribir me ayuda a crecer, a compartir y a exteriorizar aquello que pienso. En el horizonte, un año 2010 lleno de interrogantes. Es verdad que mañana será un día más en el calendario. Pero es bueno vivirlo como un estreno, como un trampolín privilegiado, como un nuevo impulso vital. Impulso que deseo compartir con todos los que os vais a seguir acercando a estas páginas que espero seguir creando y recreando.
Desearos que este año que entra sea el mejor de los disfrutados hasta ahora. A todos vosotros mis mejores deseos para mañana y los trescientos sesenta y cuatro días siguientes, ojalá que este año que comienza tengáis cada día un motivo para sonreír.
Feliz 2010 y adelante.
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