Y se acercaba el día del sacrificio. Ya los días antes las mujeres amasaban el "pan gordo", y cuando estaba en condiciones se rallaba en la artesa. Hombres, mujeres y jóvenes participaban en este que hacer pesado y monótono. Las cortezas servían para hacer las "migas" el día de la matanza
Las vísperas del acontecimiento las mujeres cocían la cebolla y colocándola en un saco y sobre ella un par que perdiera el agua muy lentamente.
Se llenaban las tinajas de agua, cántaros y tarros, para no tener que ir a la fuente en dicho día; la leña abundante y las grandes aliagas para socarrar el puerco corrían a cargo de los hombres.
También aparecían, ordenadamente, las canastas cubiertas con los cernaderos, ollas, pucheros, cuchillos, capoladoras, embudos, especies, barreños, etc. Por la noche quedaban las migas adobadas con agua, sal, ajos, especies, etc.; al siguiente día pasaban de la fuente-plato a la sartén, ya que era el primer plato de la comida en dicho día.
Allá en una mesa, la bandeja con pastas, higos... y una botella de anís -aperitivo antes del sacrificio del cerdo, en el transcurso del mismo y al terminar- y llegaban el día y la hora acordadas con anterioridad; el agua, en la caldera sobre las estraudes, humeando y a punto de hervir.
Todo listo y en ese momento aparece el matachín. Se coloca el banco en su sitio; el toma el gancho; aparece una mujer con delantal blanco y con el barreño en la mano; se abre la puerta de la cochera, sale el cerdo y emprende una veloz carrera por el corral.
El matachín -matarife-, con habilidad pasmosa, le clava el gancho bajo el paladar y uniendo su mano a la de un hombre, y ésta a la de otro, arrastran al puerco gruñón y lo depositan sobre el banco. El animal recibe una herida mortal; es degollado y la sangre fluye a borbotones, mientras la mujer le da vueltas en el barreño.
En los estertores de la agonía lucha por escapar, y en el último resuello, el delantal blanco de la recogedora aparece manchado de sangre.Ya muerto, se socarra con grandes aliagas; sigue el lavado con agua caliente y, frotando fuertemente con toscas, queda limpio, salvo algún pelo que será cortado con afilado cuchillo.
Las vísperas del acontecimiento las mujeres cocían la cebolla y colocándola en un saco y sobre ella un par que perdiera el agua muy lentamente.
Se llenaban las tinajas de agua, cántaros y tarros, para no tener que ir a la fuente en dicho día; la leña abundante y las grandes aliagas para socarrar el puerco corrían a cargo de los hombres.
También aparecían, ordenadamente, las canastas cubiertas con los cernaderos, ollas, pucheros, cuchillos, capoladoras, embudos, especies, barreños, etc. Por la noche quedaban las migas adobadas con agua, sal, ajos, especies, etc.; al siguiente día pasaban de la fuente-plato a la sartén, ya que era el primer plato de la comida en dicho día.
Allá en una mesa, la bandeja con pastas, higos... y una botella de anís -aperitivo antes del sacrificio del cerdo, en el transcurso del mismo y al terminar- y llegaban el día y la hora acordadas con anterioridad; el agua, en la caldera sobre las estraudes, humeando y a punto de hervir.
Todo listo y en ese momento aparece el matachín. Se coloca el banco en su sitio; el toma el gancho; aparece una mujer con delantal blanco y con el barreño en la mano; se abre la puerta de la cochera, sale el cerdo y emprende una veloz carrera por el corral.
El matachín -matarife-, con habilidad pasmosa, le clava el gancho bajo el paladar y uniendo su mano a la de un hombre, y ésta a la de otro, arrastran al puerco gruñón y lo depositan sobre el banco. El animal recibe una herida mortal; es degollado y la sangre fluye a borbotones, mientras la mujer le da vueltas en el barreño.
En los estertores de la agonía lucha por escapar, y en el último resuello, el delantal blanco de la recogedora aparece manchado de sangre.Ya muerto, se socarra con grandes aliagas; sigue el lavado con agua caliente y, frotando fuertemente con toscas, queda limpio, salvo algún pelo que será cortado con afilado cuchillo.
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